Año: 1950
Director: directores, en este caso, Compton Bennett y Andrew Marton
Título en español: Las minas del Rey Salomón
Qué pasa: la señora Curtis quiere emprender una expedición al Africa jamás explorada, con la esperanza de encontrar a su desaparecido marido. Para ello, contrata los servicios del legendario Allan Quatermain. Y así la aventura comienza.
Con qué la maridamos: carne al horno. Lentejas guisadas con vegetales. Mandarina. Mate, barrita Bon o bon para A., barrita Cofler Light de yogur de frutilla para mi (no va, me quedo con la de mousse de almendras)
Porqué hay que verla: primero quiero decir que el gran Alberto Laiseca nos presentó la obra de H. Rider Haggard y leímos todos los libros de la saga.
La película no sigue mucho la novela pero no me voy a quejar de eso. Hay adaptaciones fieles y malas, infieles y malas, fieles y buenas, infieles y buenas. No soy purista en este aspecto.
Aparte, entiendo que el romance de Allan Q. y una negra hipersexuada, como ocurre en la novela, no se podía dar en la pantalla. Una cosa es leerlo e imaginárselo, otra cosa es ver mano de hombre blanco tocando teta turgente negra. 1950 no es ahora. Siempre hay que tener eso en mente, cuando vemos clásicos.
Hay algo que tiene de interesante y es que fue realmente filmada en Africa y hay escenas increíbles. De la naturaleza, de ceremonias watusi, de pinturas en la cara. Eso es lo mejor que tiene.
Falla en que no ví química entre la pareja protagonista, Deborah Kerr y Stewart Granger. Le falta mucha credibilidad a ese romance y aburre un poco.
Igual, dentro de todo, está bien!
Dicen que el papel iba a ser para Erroll Flynn y lo rechazó porque no quería pasarse todo el rodaje durmiendo en un catre en la selva. Es sabido que a EF le gustaba mucho la vida loca. Está bien, también, pero capaz le hubiera puesto un poco más de onda al asunto.
Apta para: curiosos, aventureros de alma, safaristas frustrados.
Calificación: 7 watusis pero no muy altos.