Los actores son de madera. El argumento casi nada tiene que ver con la novela de H. Rider Haggard en la que se basa. Los diálogos tienen menos gracia que Midachi...
pero...
hay una escena, casi hacia el final, donde se está por producir un sacrificio humano, que no puedo creer que la hayan filmado en 1935. Impresionante, tribal, hipnótica, primitiva, como quieran llamarla, vale toda la película.
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