A los cinco minutos de transcurrida la película, ya sabemos que es una de arte: sale Rutger Hauer en bolas. El desnudo frontal masculino es tabú en los productos del mainstream.
Después se agregan elementos que confirman la categoría: el es escultor, ella una loquita linda, hay mucho sexo, hay rebelión contra la autoridad...
Para decirlo sin muchas vueltas Turks Fruit, que acá se estrenó como Delicias turcas, me pareció un bodrio muy obsoleto, pero se banca porque la protagonista -Monique Van de Ven, mucho gusto- tiene una belleza luminosa, atractiva, maniática que hace imposible dejar de mirarla. Aunque el papel sea ingrato y el final desbarranque hacia un melodrama ridículo. Ella vale la pena.
Rutger y Verhoeven han hecho cosas mejores los dos.
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